Primera parte de la historia de Mercedes-Benz, que comienza con los pioneros pero que enseguida deriva en una especie de juego de tronos empresarial…
Esta historia de Mercedes-Benz comienza cuando un hombre corpulento con abrigo y sombrero se baja de un gran coche. La primavera se acerca pero hoy está cubierto y hace frío en Mannheim, en el sureste de Alemania. El sujeto camina con paso firme pero mira de reojo cómo unos vagabundos apuran una botella. Es una imagen muy habitual, estamos en 1924 y el país se recupera de una brutal crisis económica. El año pasado la famosa hiperinflación dejó en shock al país, cuando el marco alemán perdía valor tan rápidamente que los sueldos se pagaban a diario. Las amas de casa corrían a hacer la compra antes de que subieran los precios y… una cerveza llegó a costar cuatro mil millones de marcos.
Para muchos esto ha supuesto la ruina, pero no para Jacob Schapiro, que la ha aprovechado para enriquecerse y con el dinero ha ido comprando acciones en varias empresas automovilísticas, entre ellas, las joyas de la corona: Benz y Daimler, en las que es propietario de la mitad de las acciones. Precisamente hoy está entrando en la sede de Benz & Cía donde tiene reunión del Consejo…

A decir de muchos, Shapiro es un especulador sin escrúpulos y el mismo jefe del consejo de Benz & Cie. está horrorizado con la idea de que este individuo se haga con el control de la empresa. Su homólogo en Daimler piensa igual y junto al presidente del Deutsche Bank ambos están organizando la única manera de pararle los pies: fusionarse para que la compañía resultante sea tan grande que Shapiro no pueda llegar a controlarla.

Así que en este mismo año llegarán a un acuerdo de intereses y en 1926 lograrán por fin fusionarse – eso sí, sólo una vez que en Alemania quede abolido el impuesto sobre fusiones, tampoco nos vamos a volver locos… Nacía así la Daimler-Benz AG y acababan uniéndose dos empresas pioneras cuyos fundadores inventaron (cada uno por su lado, con pocos meses y kilómetros de separación) el automóvil moderno. Ahora sí, tras esta introducción continuemos por el principio, así fue la historia de Mercedes-Benz…
Gottlieb Daimler
El mayor de nuestros dos héroes, Gottlieb Daimler, hijo de un panadero, salió de su pueblo a estudiar y trabajar, convencido de que un día no muy lejano el vapor que todo lo movía sería sustituido por… algo. Así que desde 1862 el bueno de Gottlieb (literalmente algo así como Amor de Dios) diseña máquinas allí donde va, trabaja en Francia e Inglaterra, hasta que vuelve a Alemania y recala en la Deutz, empresa regentada por un tal Nikolaus Otto, el inventor del motor de cuatro tiempos.
Daimler acaba por enfrentarse seriamente a su patrón y saliendo de la empresa y con el finiquito monta un tallercito en el pueblo de Cannstatt. Estamos en 1882, hace tan sólo once años que los teutones han derrotado a los franceses y han fundado el Imperio Alemán, que ahora abarca desde Alsacia hasta la frontera con Lituania.

Al poco de empezar a trabajar en su taller, se une a Daimler un joven ingeniero, Wilhelm Maybach, y juntos los dos colegas se pasan horas en el taller discutiendo y cacharreando hasta que acaban patentando motores de explosión cuya eficiencia y complejidad va creciendo hasta alcanzar la increíble potencia de, bueno, no reírse… medio caballo de vapor, que con el añadido de un carburador aumenta hasta… todo un caballo.
En fin, en 1885 acoplan este motor a un vehículo de dos ruedas y como el que no quiere la cosa crean la primera motocicleta y al año (cómo no, se veía venir…) el primer automóvil de cuatro ruedas, tomando una carroza, pero acoplándole un motor en lugar de un caballo. Siguieron la primera barca a motor, un tranvía y hasta un globo aerostático… y corre ya el año 1888.
Karl y Bertha Benz
Este año es conocido en Alemania como el de los Tres Emperadores, ya que el sucesor de Guillermo I murió al poco de acceder al trono, siendo sucedido por Guillermo II, un tipo brutal y manipulador que llevará a Alemania en volandas hacia la guerra… pero este año también es aquel en que una mujer llamada Bertha Benz realiza una hazaña que va a pasar a la historia… Dos años antes, su marido, Carl Benz, patenta el primer automóvil de la historia (se siente Gottlieb, te batió por unos meses) pero al intentar venderlo, la gente fue bastante reticente y el bueno de Carl andaba deprimido por los rincones sin saber cómo dar el empujón definitivo a su invención.
Así que Bertha, mujer echada ‘palante’ donde las haya, ni corta ni perezosa un día de buena mañana decide sacar el trasto de su marido del taller en Mannheim y emprender junto a sus dos hijos viaje a Pforzheim donde vive su madre, a unos cien kilómetros. Su objetivo no era otro que demostrar al público las posibilidades comerciales del vehículo.

Y vaya si logró su objetivo: a los tres días realizan el camino de regreso y enseguida los detalles de la aventura corren como la pólvora por la región y luego por todo el Imperio, incluyendo los sustos a los lugareños que encontraron a su paso, que no habían visto en su vida una máquina que se moviera sola, la búsqueda de fuentes para enfriar el motor y una farmacia donde vendieran ligroína, la gasolina ligera que por aquella época sólo servía como limpiador y desengrasante y que su marido había pensado que podía servir como combustible.
También se corrió la voz sobre las varias muestras de ingenio de esta mujer verdaderamente formidable, que usó una pinza del pelo para reparar la ignición o una de sus ligas para recubrir un cable eléctrico pelado… aun hoy se duda si por sus venas corría sangre escocesa… del clan de los McGyver!
Por cierto que Bertha era la principal interesada en el éxito comercial del proyecto… toda la financiación había corrido a su cargo. Suyas debían haber sido también por tanto las patentes, pero en esta época una mujer casada tenía prohibido solicitarlas. En fin, a partir de esta aventura por fin las ventas se animaron y enseguida Carl Benz fue introduciendo mejoras y evolucionando su motor y hasta comenzó a vender licencias para que otros lo fabricaran, primero en Francia y luego en otros países.
El automóvil echa a rodar
En 1892 Daimler vende su primer coche y el año siguiente Benz hace lo propio con un vehículo de cuatro ruedas, el Benz Velo, el primer coche de la historia fabricado en serie. Pero a estas alturas el romanticismo de los tallercitos ha terminado definitivamente para ambos. Porque para rentabilizar sus inventos y hacer crecer sus empresas necesitan más y más dinero y finalmente se ven obligados a ampliar capital y hacer entrar a socios que lo aporten. Y estos lógicamente exigen tener voz y voto en la toma de decisiones.

Daimler ya había visto cómo demasiado a menudo el ingeniero que creaba la empresa debía salir de ella por la puerta de atrás y así les sucedió tanto a él como a su colega en sus respectivas compañías: ambos quedaron en minoría y acabaron expulsados y readmitidos… varias veces.

Por tanto lo que sigue no son ya los avatares de los dos emprendedores, sino de dos empresas con cuentas de resultados e inversores que buscan una rentabilidad. Así que por un lado tenemos a la Benz & Cie, construyendo y fabricando automóviles, y por otro la Daimler Motoren Gesellschaft – que a partir de ahora llamaremos DMG. En esta última fabrican algún que otro coche pero están centrados en motores: los socios y el propio Daimler no acababan de verle la gracia al negocio de los automóviles pero pronto su punto de vista cambiaría radicalmente.
Emil Jellinek, Monsieur Mercedes
En 1896 llega a Cannstatt un tal Emil Jellinek, emprendedor y diplomático austro-húngaro, afincado en Niza por más señas, quien les encarga un coche, se entusiasma y pide ser agente de la marca para Francia, logrando vender un puñado de automóviles. Este torbellino de hombre cambiará para siempre la historia de lo que sería Mercedes-Benz…

En 1899 Jellinek participa en las carreras de la Semana de la Velocidad de Niza, aunque a la vista del vehículo que condujo (que podéis ver aquí encima), la “velocidad” era relativa… y los resultados mediocres, así que en abril del año siguiente Jellinek se planta en la sede de la DMG… unos meses antes había muerto Gottlieb Daimler, pero la vida sigue y Jellinek quiere hacer un pedido estratosférico de 36 unidades de un coche deportivo totalmente novedoso, que deberá cumplir ciertos condicionantes técnicos para participar con éxito en carreras.
Para empezar, deberá ser más largo y más ancho para ganar en estabilidad, luego el motor se montará más bajo para bajar el centro de gravedad y llevará la novedosa ignición eléctrica de Bosch. Es un reto increíble y nunca nadie ha fabricado algo así, pero supone un tercio de la producción anual, el dinero les viene bien y tienen al hombre adecuado para el trabajo, así que Maybach se arremanga y se pone manos a la obra…

Nació así el Daimler 35HP, un coche excepcional y muy avanzado para la época, a decir de muchos el primer coche “moderno”, en el sentido de que ya no parece una carroza de caballos reconvertida. Con él Jellinek se inscribe en las carreras de Niza de 1901, en las que lo gana casi todo y de repente en la DMG comienzan a llover pedidos: todos los pudientes de la época quieren tener uno. Quedaba un problemita por resolver… años atrás, por falta de liquidez, junto a las licencias Daimler había vendido los derechos de uso de su ya prestigioso apellido.
De esta manera, en Francia sólo Panhard et Levassor y otras pueden vender coches con el nombre Daimler y en Inglaterra es un tal H.J.Lawson quien ostenta los derechos. Jellinek venía usando como pseudónimo en las carreras el primer nombre de su hija Mercédès Adrienne Ramona Manuela, haciéndose llamar «Monsieur Mercédès». Ante el problema de no poder vender los coches como Daimler en Francia, decide poner el nombre a los coches de Cannstatt – y el resto, como se suele decir, es historia…

A partir de entonces, la DMG se centró en hacer crecer el negocio de fabricación de automóviles y al año siguiente registra la marca Mercedes, que ya usará para sus productos en todos los mercados. Pero la influencia de Jellinek en la marca fue más allá: hasta 1905 tuvo no sólo la representación de la marca en varios países, sino también los derechos sobre toda la producción, para cuya distribución fue seleccionando cuidadosamente uno a uno a los compradores, limitando la venta sólo a individuos con reconocida influencia y prestigio.
Con esta estrategia de ventas, en estos años sólo los más afortunados lograron tener un Mercedes y esta exclusividad, junto a la alta calidad de la mecánica y el excelente diseño, dieron a la marca un halo de prestigio que como sabemos, sus sucesores lograrán mantener durante décadas.
Las empresas crecen y confluyen
Con el éxito de la DMG y sus Mercedes, en los primeros años del siglo XX Benz sufrió un bajón de ventas pero a partir de 1905 recuperaron el pulso y a partir de entonces siguieron años de éxitos para ambas empresas, pero nada dura para siempre… Emil, que había llegado incluso a cambiar su apellido por Jellinek-Mercedes, fue perdiendo interés por los coches y en 1907 acabó saliendo del consejo de la DMG para centrarse en su carrera diplomática.

En ese mismo año también Maybach deja la compañía para fundar una propia junto a su hijo Karl. En 1909 la DMG registra la ultrafamosa estrella, basada en un esbozo diseñado años atrás por su fundador, que quería fabricar motores para el transporte “por tierra, mar y aire”, de ahí las tres puntas – semanas después Benz & Cie. registra su símbolo: los laureles.

Siguió la Primera Guerra Mundial, en la que Daimler se involucrará bastante más que Benz ya que incluso construirá una nueva fábrica en Sindelfingen dedicada a fabricar motores para vehículos terrestres y aviones.

Ambas compañías prosperan con la guerra pero con la posguerra llegan grandes cambios: desaparece el Imperio, los aliados imponen brutales sanciones económicas, las exportaciones se reducen drásticamente… las empresas alemanas lo pasan muy mal y las de coches aun peor, ya que sus coches están obsoletos frente a las marcas extranjeras.

En Daimler lo pasaron especialmente mal e intentaron diversificar, construyendo bicicletas y hasta máquinas de escribir, ambas con el nombre Mercedes. Irónicamente, a pesar de la brutal crisis, en general las condiciones económicas, de higiene y salud mejoran para casi toda la población, lo que dará lugar a unos años de paz y prosperidad y en plena “Belle Epoque” llegará la fusión de las dos empresas que hemos visto al principio.
Epílogo
Seguirían la crisis mundial del ’29 y el auge del nacionalsocialismo y otra guerra, pero esto lo contaré en el siguiente artículo, por ahora permitidme terminar éste viendo qué pasó con sus protagonistas. Para empezar, el mayor de ellos, Daimler, no llegó a ver en qué se convirtió la industria que él mismo inició en su tallercito pero nunca llegó a creer demasiado o no le interesaron las posibilidades del automóvil.

Su colega del alma, Maybach, tampoco fue muy fan y cuentan que apenas condujo, desplazándose casi siempre a pie o en transporte público y al dejar la DMG se dedicó a la fabricación de motores para los famosos dirigibles Zeppelin, negocio que como se sabe no acabó cuajando y tras la guerra lo reconvirtió para fabricar coches de lujo.
Jellinek sí fue un fanático de los coches, aunque ya hemos visto que fue perdiendo el interés. La guerra lo pillará a caballo entre Austria y Francia y en ambos países será acusado de espionaje, teniendo que huir en 1917 a Ginebra, donde morirá al año siguiente.
El misterioso Jacob Shapiro del que nadie habla fue perdiendo influencia en Daimler-Benz y en general su imperio (construido a base de deudas) se fue desmoronando. Intentó evitar la ruina con artimañas poco o nada legales que lo llevaron a la cárcel y luego a escapar sucesivamente a Francia y EEUU, donde murió en 1942. Su influencia en la industria alemana va más allá de Daimler-Benz, pero ésta es otra (desconocida y fascinante) historia.
Por su parte, Carl Benz vivirá hasta 1929, pero su mujer lo superaría en longevidad: Bertha vivió 95 años, hasta 1944.

Curiosamente, no existen documentos o testigos que acrediten que Benz y Daimler se llegaran a conocer, a pesar de que en 1896 ambos personajes se enfrentaran judicialmente, cuando DMG llevó a juicio a Benz & Cie por violar una de sus patentes. Incluso más tarde ambos asistieron a la fundación de la Asociación de Constructores de Automóviles de Europa Central, pero parece que ni siquiera allí llegaron a entablar conversación.
DH
Sigue leyendo en la segunda parte…
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