Conócelo todo sobre la Cannonball, la legendaria carrera ilegal de los años 70 que recorría EEUU de costa a costa…
El empleado de la gasolinera no ha tenido tiempo ni de levantarse de su silla. Incluso antes de parar, ya se están abriendo las dos puertas del bólido negro que venía tronando por la carretera y enseguida comienza la estudiada coreografía típica de la Cannonball … el conductor se baja, toma la manguera, la encaja en la boca del depósito y sale corriendo al baño. Al mismo tiempo, el acompañante ha abierto el capó del Jaguar y controla el aceite.
Sin saber muy bien qué hacer, el aturdido empleado se acerca al polvoriento coche, del que sale ese característico chasquido del metal retorciéndose al enfriarse. En el interior se acumulan botellas vacías, envoltorios de chocolatinas y patatas fritas, mapas… Y un equipo de radioaficionado: “A todas las patrullas, si cazamos a ese Jaguar negro, lo mandaremos al desguace y a sus conductores a prisión de por vida, acabemos con esta locura”.
Esta “locura” fue la Cannonball, la carrera ilegal concebida en 1971 por la mente (brillante o retorcida, según cada cual) del piloto y periodista automovilístico Brock Yates. Fue su personal acto de protesta contra las cada vez más estrictas normas de tráfico que estaban surgiendo en la época.
Unos meses antes de tener la idea, el Congreso de EEUU había aprobado nuevas leyes que seguramente transformarían los muscle cars y resto de deportivos en carritos de bebé acolchados “con toda la pasión visceral de una pinta de yogurt” y la nueva Agencia de Protección Medioambiental nos convertiría a toda la humanidad en un rebaño de remilgados al servicio de Gran Hermano. Según recordaba el propio Yates años después, él y sus colegas de la revista Car and Driver estaban convencidos de que el automóvil, “tal y como lo conocíamos y amábamos”, estaba prácticamente muerto.
Y en fin, un aliciente más pero primordial fue simplemente la diversión y el disfrute de conducir a toda velocidad. Era una aventura, un desafío. De manera que desde el principio Yates decidió que la carrera sólo tendría una regla: no había reglas. Se trataría de conducir desde Nueva York a Los Ángeles a bordo de cualquier vehículo de transporte terrestre a la velocidad que los participantes estimaran conveniente. Quien empleara el menor tiempo sería el ganador.
La inspiración
Aparte de un par de películas (“Easy Rider” y sobre todo “Two Lane Blacktop”) Yates encontró la inspiración para su carrera en un tipo llamado Erwin Baker, quien en la primera mitad del siglo XX recorrió decenas de veces Estados Unidos de costa a costa, al principio, claro, por “caminos como campos recién arados”.
A lo largo de los años, Baker batió más de 100 récords, algunas veces compitiendo contra sí mismo y el reloj, otras contra el ferrocarril, por ejemplo. Muchas de aquellas hazañas, pagadas por compañías como Cadillac o Chrysler para promocionar sus automóviles, le valieron el apodo de “Cannon Ball”. Su viaje culminante lo realizó en solitario en 1933 a bordo de un Graham-Paige Blue Streak 8 Sedan de 1932, tardando 53 horas y 30 minutos – con apenas media hora para dormir.
Partiendo de la figura y las hazañas de Baker, Yates acabó dando al evento el rimbombante nombre de “The Cannonball Baker Sea-To-Shining-Sea Memorial Trophy Dash” o la “Carrera del Trofeo Conmemorativo Cannonball Baker del Mar al Mar Brillante”.
Las ediciones
Junto a su hijo y otros tres amigos, Yates hizo la primera travesía saliendo de Nueva York el 3 de mayo de 1971. En esta edición “de prueba” el suyo fue el único vehículo participante, una furgoneta Dodge Custom Sportsman nuevecita, apodada «Moon Trash II». Con él hicieron el recorrido en un tiempo de 40 horas y 51 minutos.
En principio costó encontrar participantes para la carrera. Pero sobre todo tras publicar una columna sobre el tema en Car and Driver, poco a poco Yates empezó a recibir llamadas de entusiastas y por fin fijó una fecha para la primera carrera “de verdad”: la salida sería el 15 de noviembre del mismo año. Desde medianoche los ocho vehículos inscritos salieron de uno en uno con unos minutos de distancia.
A la vista del resultado y que todo había ido básicamente bien (es decir, sin accidentes) para el año siguiente Yates decidió convocar una segunda carrera que arrancó el 13 de noviembre de 1972. Aquel año, los tres primeros acabaron con una diferencia de unos increibles 17 minutos, con una media de entre 77 y 78 millas por hora.
La crisis del petróleo de 1973 y la escasez de gasolina hicieron que la siguiente edición se hiciera esperar hasta el 23 de abril de 1975. Para entonces, la red de autopistas había seguido creciendo y también había progresado la tecnología de los detectores de radar. Además, un año antes se había introducido en todo el país el límite de velocidad de 55 millas por hora, unos aburridísimos y ridículos 88 km/h.
Aún hubo tiempo para una última, la del 1 de abril de 1979, fruto de la amistad de Brock Yates con el director de cine Hal Needham. Esta carrera se convocó básicamente con la intención de juntar ideas para una historia que se convirtiera en el guión de una película sobre la Cannonball – más sobre esto más abajo.
Para entonces, hasta la revista Time había dado en sus páginas espacio a la Cannonball con un artículo de gran repercusión mediática. Así que con más de 100 participantes y la policía en alerta máxima por la publicidad, el caos fue total. En Missouri se produjeron unos 30 arrestos en 12 horas, muchos siendo conducidos ante el juez. Hasta los camioneros se volvieron en contra, hartos de respetar los límites mientras una banda de niñatos les pasaban a toda velocidad.
El itinerario
Yates decidió que la salida fuera en un parking que aún existe hoy en día: el Red Ball Garage, en la Calle 31 Este de Manhattan, Nueva York. La sede de la revista Car and Driver (de la que Yates era editor) estaba muy cerca de ahí y la gente del Red Ball estaba acostumbrada a eventos automovilísticos, de manera que en principio el evento no llamaría tanto la atención.
Al menos en las dos primeras ediciones fue así, pero en la tercera ya el publico vitoreaba a los héroes en la misma calle y para la cuarta edición de 1979 hubo que buscar un sitio alternativo, en principio secreto: el restaurante Lock, Stock, and Barrel en Darien, Connecticut. La llegada se fijó siempre en el hotel Portofino Inn, en Redondo Beach, Los Ángeles, California. Con esto, la distancia total era de 2.863 millas ó 4.608 kilómetros.
Saliendo durante la noche se evitaba el pesadísimo tráfico de Nueva York. Pero luego cada participante elegía su propio itinerario, y no siempre el más corto era el más eficiente. Había que tener en cuenta por ejemplo las horas en que se pasaba por grandes ciudades para evitar el tráfico de hora punta.
Los participantes sellaban un papel a la salida en el Red Ball Garage, mediante una de esas máquinas de fichar de antaño. Al llegar al Portofino, había otra máquina similar en el mostrador de la recepción donde se sellaba la hora de llegada. El participante con la menor diferencia entre los dos fichajes era el ganador.
Los camuflajes
Con diferencia la mayor amenaza para los participantes de la Cannonball eran las patrullas de la policía: en el caso de ser parados, había que dar explicaciones al agente y esperar a que éste extendiera la multa. Y a partir de una cierta velocidad, los representantes de la ley tenían a bien llevar al infractor ante un juez, lo que podía suponer varias horas de retraso, acabando con cualquier esperanza de llegar entre los primeros a Los Ángeles.
Teniendo esto en cuenta, muchos participantes se concentraron en idear los disfraces más ingeniosos para sí mismos y sus vehículos. Los ejemplos son de lo más variopintos. Tres participantes hicieron el recorrido de 1971 a bordo de un Mercedes-Benz 250 SE disfrazados de curas y al ser parados por la policía explicaron que debían llevar el vehículo de Monseñor tal-y-tal a su residencia de Los Ángeles. Otro equipo llevó consigo a bordo de su Jaguar dos ojos de cerdo (que se parecen bastante a los humanos) en una caja con hielo marcada con el letrero “Llevar urgentemente al banco de ojos”.
En 1979 el propio Yates decidió participar con una ambulancia con el motor potenciado. Un amigo suyo se disfrazó de médico y su mujer de paciente gravemente enferma que había que llevar lo antes posible a Los Ángeles, su enfermedad le impide hacer el viaje en avión, señor agente…
La gasolina
Naturalmente, el combustible jugaba un papel fundamental en la Cannonball. Y más en aquellos primeros años 70, cuando los motores aún tenían unos consumos que hoy en día se nos antojan estratosféricos. Tanto es así que con 19 litros a los 100 kilómetros, el Ferrari Daytona de Yates fue el vehículo que menos consumió en la primera carrera. El segundo clasificado, un Cadillac, tuvo que parar quince veces para repostar, lo que supuso nada menos que seis paradas más que las que hizo el Ferrari.
Fue por tanto bastante habitual entre los participantes añadir un tanque de gasolina adicional. De esta manera, la llegada a la gasolinera era aún más espectacular, con el coche dispuesto entre dos surtidores y dos (o incluso tres) mangueras bombeando el preciado líquido al mismo tiempo.
Aunque quizás alguno exagerara, como el equipo de Pilotos Polacos de Carreras de América, que para la edición de 1971 se inscribió con una furgoneta Chevrolet Sportvan con nada menos que 1.128 litros de combustible a bordo. Una bomba sobre ruedas lanzada a velocidades muy por encima de las legales… que a pesar de todo no les valió la victoria.
Los vencedores
Los vencedores de la primera Cannonbal de noviembre de 1971 fueron el propio Brock Yates y Dan Gurney, el gran piloto de Fórmula 1 y ganador de Le Mans en 1967. A bordo de un Ferrari 365 GTB/4 Daytona azul oscuro, hicieron el recorrido en 35 horas y 54 minutos. Curiosamente, a pesar de conducir a lo largo de más de 4.000 kilómetros, los primeros cinco participantes llegaron con menos de dos horas de diferencia.
Para el viaje, ambos llevaron consigo algunos bloques de queso de gruyere, chicle, barritas de chocolate, cacahuetes, latas de refrescos y Gatorade, aparte de un gran termo lleno de café y tabletas masticables de vitamina C, al parecer un remedio contra la sequedad de la boca y la nariz propias de los viajes largos en coche, debido al aire acondicionado.
En la Cannonball de 1972, los ganadores condujeron hacia la victoria un Cadillac Coupe deVille, haciendo un tiempo de 37:16, seguidos del Dodge Challenger del propio Yates. En la de 1975 fue un Ferrari Dino 246 GTS el primero en llegar, seguido de una Chevrolet Pickup y de nuevo el Dodge Challenger conducido una vez más por Yates.
El Dino batió el récord de Yates por un minuto, haciendo un tiempo de 35 horas y 53 minutos, aunque el récord absoluto de las cuatro Cannonballs fue para el Jaguar XJ-S de nuestros protagonistas de la introducción a este artículo, ganadores de la edición de 1979 con un tiempo de 32 horas y 51 minutos, seguidos tan sólo ocho minutos más tarde por un Mercedes-Benz 450 SEL 6.9.
Las películas
Tras las dos primeras ediciones, Yates comenzó a moverse para rodar una película sobre la carrera. Siendo periodista, él mismo escribiría el guión. Sin embargo, dos producciones se le adelantaron en 1976, sin contar con él pero basándose descaradamente en su idea y hasta usando el nombre de la competición: “Cannonball!” protagonizada por David Carradine al volante de un Pontiac Firebird Trans Am y “The Gumball Rally”.
Pero basándose en las experiencias de la edición de 1979, por fin Yates escribió un guión y logró que su ansiada película se pusiera en marcha. Al contrario de las dos predecesoras, no se trataría de una comedia, sino de un drama protagonizado por Steve McQueen, quien lamentablemente, tuvo que renunciar debido al cáncer de estómago que lo estaba consumiendo.
Tras este revés, el politiqueo de Hollywood hizo que la producción se transformara en la comedia que los aficionados conocemos bien. Protagonizada por Burt Reynolds, quien cobró un sueldo récord por hacerla (según cuentan) de mala gana, el plantel se completó con un elenco de estrellas, incluyendo a Dean Martin, Sammy Davis jr., Roger Moore, Jackie Chan, Peter Fonda, Dom deLouise y Farrah Fawcett. Estrenada en 1981, “The Cannonball run” se convirtió en una película de culto, aunque Yates renegó del estrafalario resultado final – aunque no de los suculentos ingresos.
Epílogo
Tras el caos de la última edición, con el límite de velocidad en las 55 millas por hora y la policía cada vez más alerta, se hizo difícil o casi imposible organizar otra Cannonball. Además, con los años la densidad del tráfico había aumentado considerablemente y el mismo Yates tenía cada vez más miedo de ser llevado a juicio como organizador de este evento ilegal con tanta repercusión mediática – incluso a pesar de que gran parte de la prensa estuviera de su parte.
A pesar de ello, parte del espíritu de la Cannonball siguió y sigue viva. Entre 1980 y 1983 una carrera llamada U.S. Express se corrió por un itinerario similar aunque más largo, entre Nueva York y Santa Mónica. Desde entonces, han tenido lugar otras carreras ilegales e intentos aislados de batir el récord.
El último tuvo lugar en primavera de este mismo año, aprovechando que las autopistas estaban casi vacías por la pandemia. A bordo de un Audi A8L camuflado con vinilo para parecer un Ford Taurus de la policía, sus (desconocidos) ocupantes lograron un tiempo de costa a costa de 26 horas y 38 minutos. Una locura, teniendo en cuenta que según Google Maps el tiempo normal sin tráfico sería de 42 horas.
Yates clamaba contra el estado omnipresente con sus leyes que nos protegen pero que a la larga nos hacen más tontos, sin necesidad de pensar, pues ya otros lo hacen por nosotros. Una causa que para muchos sigue vigente hoy en día y probablemente Yates pensaría lo mismo si viviera – falleció en 2016. Pero quizás ni siquiera él estaría de acuerdo con realizar estas “hazañas” en las condiciones actuales de tráfico.
Quedémonos pues con la imagen que seguramente se quedó para siempre impregnada en la mente de aquél empleado de gasolinera que de repente recibió en su mano un fajo de billetes y se quedó viendo perplejo cómo los dos hombres volvían al Jaguar negro, el motor rugía de nuevo, las ruedas chirriaban y, tras un acelerón, en unos segundos la trasera del coupé se hacía cada vez más pequeña envuelta en un reguero de polvo en el camino, el sonido alejándose hasta desaparecer.
DH
Autoevolution: An unabridged history of the greatest outlaw race in the world
Yahoo News: Cannonball Run Founder Brock Yates Dies, New «Cannonball Run» Spits on His Grave
Wikipedia: Cannonball Baker Sea to Shining Sea Memorial Trophy Dash
Edbolian: The original 1971 Car and Driver Cannonball Article
Brock Yates: Cannonball! World’s Greatest Outlaw Race